“Deja y te preparo un tecito y verás cómo mejoras”. Una frase que a cualquiera se le hará familiar, tanto por haberla oído como por haberla dicho muchas veces. En una escena igualmente cotidiana: alguien en casa se queja de un malestar y, aunque “no se ve muy mal”, de inmediato se nos sale el curandero que llevamos dentro.
Y cuando es a nuestros viejitos a quienes vemos con alguna molestia, lo único que queremos es ayudarlos. Y eso está superbién, ¡por supuesto que sí! El amor y la preocupación son la base de un buen cuidado.
Pero ojo, a veces, con la mejor de las intenciones, podemos caer en la tentación de usar “soluciones” o remedios caseros sin una guía adecuada. Y aquí es donde lo que pensamos que ayuda, puede terminar complicando las cosas.
La medicina tradicional tiene su respeto, y también su ciencia, su forma de estudio y, sobre todo, sus protocolos de administración segura.
La Organización Mundial de la Salud viene desarrollando diversos esfuerzos por capitalizar en la medicina convencional los aportes comprobados de la medicina tradicional (definida como el conjunto de “conocimientos, habilidades y prácticas basadas en las teorías, creencias y experiencias indígenas de diferentes culturas”). Pero siempre desde un enfoque de complementariedad, nunca de sustitución; es decir, no es que una preparación natural, por sí sola, resolverá por completo un problema de salud complejo, que requiere atención médica convencional.
Por su parte, el Ministerio de Salud de Chile reconoce varias prácticas, como la naturopatía, la homeopatía y la acupuntura, como “prácticas médicas alternativas” siempre “que se ejerzan de modo coadyuvante o auxiliar” a la medicina oficial; es decir, desde el enfoque de complementariedad que recomienda la OMS. Y, en ese sentido, regula su ejercicio por medio de autorizaciones emitidas por la Dirección de Salud, cumplidos los debidos requisitos. No es que recomienda que cualquier persona recete cualquier cocido a cualquier otra persona.
Por lo tanto, lo aconsejable es siempre buscar orientación de profesionales de la salud e informarles de todos los recursos que se están empleando en casa buscando la mejoría del paciente. De esta manera, podremos tener una visión más global de todo lo que se está haciendo por el paciente, en lugar de un conflicto de prácticas, el cual es mucho más frecuente de lo que parece.
Agustina es una hija amorosa, dedicada a su madre. Un día, su mamá empezó a quejarse de que le costaba respirar. Agustina, queriendo aliviarla, le preparó unas inhalaciones de eucalipto, esas que todos conocemos y que se usan tradicionalmente para la congestión. Pensó que le ayudaría a despejar las vías respiratorias.
Poco después de haber inhalado el vapor, Agustina notó que los dedos de su mamá se veían un poquito azulados. Su primer pensamiento fue: "¡Qué frío debe tener mi mamita!", así que la abrigó aún más. Pasaron un par de horas, y Agustina se dio cuenta de que la respiración de su mamá, lejos de mejorar, había empeorado. La veía más agotada y parecía costarle aún más tomar aire.
Con el corazón en la mano, Agustina la llevó de urgencia al hospital. Ahí, los médicos confirmaron que su mamá tenía una infección viral respiratoria bastante seria, y lo más preocupante: ¡su nivel de oxígeno en la sangre estaba peligrosamente bajo! Le informaron a Agustina que esa infección debió ser atendida al menos 24 horas antes para evitar esta descompensación.
Por suerte, la mamá de Agustina se recuperó con el tratamiento adecuado y hoy está bien. Pero el médico, con toda razón, le dio un sermón a Agustina. No para regañarla, sino para enseñarle. Le recordó que, en situaciones así, es crucial no solo observar los síntomas, sino medir signos y actuar según orientaciones médicas.
En este caso, haber tenido un oxímetro en casa y haber medido los niveles de saturación de oxígeno de su mamá le habría dado una alerta temprana y clara de que la situación era grave y necesitaba atención médica urgente, mucho antes de que los dedos se vieran azules.
La historia de Agustina nos deja una lección valiosísima: los síntomas son la primera señal de alarma, pero las mediciones son el mapa y la brújula que nos guían hacia la solución correcta, la cual debe haber sido indicada por un profesional de la salud, nunca por uno mismo.
No se trata de desestimar lo que nuestro adulto mayor siente o expresa ni de dudar de la indiscutible capacidad de los familiares cuidadores para reconocer el malestar de sus seres queridos. Pero una vez que detectamos un síntoma, nuestro siguiente paso debe ser buscar la medición precisa y, sobre todo, la guía de un profesional de la salud.
* ¿Presión alta o baja? Medir con un tensiómetro. No administrar sal o azúcar “al ojo”. Si la presión está fuera de rango, contactar al médico, quien indicará el medicamento o la acción correcta.
Rango de normalidad: hasta 120/80
* ¿Dificultad para respirar? Contar el número de veces que el pecho se contrae y expande (inhalaciones y exhalaciones) durante un minuto y medir la saturación de oxígeno con un oxímetro de pulso. Si está fuera de rango, no hay tiempo que perder con vahos o remedios caseros. ¡Directo al centro de salud y llamando al médico!
Rango de normalidad: entre 12 y 20 respiraciones por minuto (cuentan inhalaciones y exhalaciones); oxímetro: 90% como mínimo
* ¿Fiebre? Medir con un termómetro. Y luego, con esa información, consultar al médico para saber la causa y el tratamiento adecuado.
Rango de normalidad: de 36 a 37 grados Celsius (96,8 a 98,6 Fahrenheit)
* ¿Arritmia? Contar la cantidad de pulsaciones percibidas en la muñeca o el cuello con los dedos índice y medio durante un minuto; o bien con un tensiómetro digital, un oxímetro de pulso o un reloj inteligente confiable.
Rango de normalidad: entre 60 y 120 pulsaciones por minuto en reposo
* ¿Familia con tendencias diabéticas? Chequear, con un glucómetro casero, los niveles de azúcar en sangre si —no estando diagnosticado— su familiar comienza a presentar síntomas ya conocidos. En caso de ya estar diagnosticado, no puede faltar un glucómetro en casa.
Rango de normalidad: entre 70 y 99 mg/dL (3.9 a 5.5 mmol/L)
Al usar aparatos de medición es indispensable seguir al pie de la letra las indicaciones del médico tratante y tener presentes las del fabricante. En breve publicaremos un par de entregas sobre cómo elegir un buen tensiómetro, glucómetro y oxímetro y todo lo relacionado con su uso.
Al cuidar de nuestros viejitos en casa, nuestro rol como cuidadores es vital. Y ser un buen cuidador hoy día implica estar informados y actuar de manera responsable. La mejor “solución” que podemos darles a nuestros adultos mayores es la que viene de un diagnóstico certero, basado en mediciones objetivas y con la luz verde de su médico tratante.
En otras palabras, apegarnos a las mediciones exactas y a las instrucciones médicas es la forma más segura y efectiva de proteger la salud y el bienestar de nuestros seres queridos.
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