Según la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, hasta un 20% de los adultos mayores en países en vías de desarrollo enfrentan dificultades al momento de desplazarse.
Además, en Chile, al menos un 7% de las personas de la tercera edad están postrados, lo que significa que pueden moverse muy poco o en lo absoluto.
A medida que los años pasan y nos acercamos más a la vejez, las posibilidades de que estos problemas aparezcan son más altas. Por lo tanto, en algún punto de nuestras vidas, los dispositivos y ayudas para la movilidad se vuelven esenciales.
Entre las herramientas que pueden ayudarnos cuando sufrimos movilidad reducida, están las sillas de ruedas. Sin embargo, muchos aún no sabemos cómo determinar si nuestros familiares necesitan a menos que ocurra un accidente o pérdida total de las habilidades para desplazarse.
Al pensar en movilidad reducida o problemas relacionados con el desplazamiento, muchos pensamos en los accidentes.
Las caídas y los golpes graves pueden tener un importante efecto en la movilidad, ya que pueden causar fracturas u otras lesiones graves. Sin embargo, otras causas podrían estar detrás de la incapacidad o dificultad para movernos a medida que envejecemos, incluyendo:
Como mencionamos, esta es una de las causas principales de los problemas de movilidad. Al tropezar y caer, un adulto mayor podría sufrir fracturas, laceraciones, contusiones, hemorragia interna, extremidades rotas, entre otros.
Muchas de esas lesiones también podrían tener un efecto permanente en la movilidad.
Algunas enfermedades y discapacidades también pueden producir movilidad limitada, ya sean ortopédicas o neuromusculares, incluyendo la parálisis cerebral, distrofia muscular, esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, y artritis.
Además, aunque muchos desconocemos su vínculo con la movilidad limitada, la diabetes puede causar daños a nivel de los nervios y complicaciones a nivel de las extremidades, especialmente los pies. En algunos casos, es necesaria la amputación.
Si bien no todas tienen consecuencias físicas visibles, los trastornos o enfermedades mentales pueden afectar el cerebro o causar problemas de coordinación y equilibrio, creando problemas de desplazamiento. Un ejemplo es la enfermedad de Alzheimer, considerada un tipo de demencia.
A medida que envejecemos, también podemos experimentar debilidad muscular, pérdida de fuerza o rigidez. A veces, a medida que nos acercamos a la tercera edad, nuestro cuerpo podría tener dificultades para soportar nuestro propio peso.
En consecuencia, podríamos tener problemas al caminar, movernos de un lugar a otro y hacer tareas diarias simples.
Desafortunadamente, la movilidad reducida puede tener efectos importantes en la salud y bienestar general de los adultos mayores.
Según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de los Estados Unidos, mantener la movilidad y prevenir la discapacidad son claves para que las personas en la tercera edad se sientan independientes y autónomos.
Además, tener libertad para movernos es esencial para llevar a cabo las actividades básicas y sentirnos mejor con nosotros mismos a medida que envejecemos. Por lo tanto, cuando hay movilidad limitada, podríamos enfrentarnos a lo siguiente:
Sin embargo, algunas señales pueden ayudarnos a identificar si nuestros familiares en la tercera edad tienen problemas de movilidad y necesitan asistencia de algún tipo.
Según investigadores de la Universidad de Alabama en los Estados Unidos, citados por la Universidad de Harvard, para determinar si una persona tiene problemas de movilidad y podría necesitar una silla de ruedas, es indispensable responder estas dos preguntas:
Si las respuestas son afirmativas, pueden indicar que hay problemas de movilidad o están empezando a aparecer.
Además, otras señales de que es momento de buscar sillas de ruedas u otros dispositivos para asistir la movilidad incluyen:
En muchos otros casos, buscar dispositivos de ayuda como bastones o sillas de ruedas también puede ser de gran ayuda por períodos de tiempo donde la movilidad se ve afectada a pesar que la condición no es permanente. Por ejemplo, cuando nuestros familiares están enfermos y se cansan fácilmente, al recuperarse de una caída leve o al someterse a algunos tratamientos.
Por lo tanto, ya sea que apenas detectemos las señales o estemos seguros que los adultos mayores bajo nuestro cuidado tienen movilidad limitada, una silla de ruedas u otra herramienta similar podría convertirse en elemento esencial para nosotros y nuestros familiares.
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