Al recibir un adulto mayor el diagnóstico de una enfermedad grave, como la diabetes, es muy importante comprender que, aunque es inevitable el impacto psicológico y es imperativo dar espacio a las emociones (llorar, desahogarse, permitirse vivir el pánico del momento), también es tan necesario como posible iniciar de inmediato un plan de acción eficiente, para garantizar el estándar de vida y prevenir las complicaciones, o la muerte prematura, que la enfermedad puede acarrear.
La Organización Mundial de la Salud sostiene que “las medidas sencillas de estilo de vida son eficaces para prevenir o retrasar la aparición de la diabetes tipo 2” y sus complicaciones (daño cardiovascular grave; daño del tejido nervioso, que, combinado con la reducción del flujo sanguíneo ocasionado por el daño cardiovascular, puede acabar requiriendo amputación de extremidades, en especial inferiores; retinopatía, que puede derivar en ceguera total o parcial; e insuficiencia renal).
Y esas medidas consisten en la adopción de una dieta saludable, la incorporación de la actividad física, la erradicación de la obesidad (o logro y manutención de un “peso saludable”) y la renuncia definitiva al tabaquismo y todo tipo de adicciones.
Recomendaciones generales
Para continuar disfrutando de una vida plena aun cuando toca vivir diabetes, es necesario seguir algunas recomendaciones bastante estandarizadas, y promovidas por organizaciones como la OMS/OPS, los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos y la Federación Internacional de Diabetes:
Cualquier plan, ya sea alimentario, farmacológico o de estilo de vida, debe partir de las indicaciones del médico tratante y contar con su aprobación, pues la diabetes, como muchas otras enfermedades, se manifiesta de manera diferente en cada paciente y lo último que se quiere es complicar más las cosas. Pida cuanto antes a su médico indicaciones específicas sobre cómo diseñar su plan de alimentación y ejercicio y sobre cuáles hábitos debe incorporar, moderar, incrementar o erradicar.
Basta con seguir lo que la OMS define como “alimentación sana”, que consiste en incluir o incrementar: frutas, verduras y hortalizas (400 gr/día = 5 porciones), proteínas magras (aves, pescados y legumbres), granos o cereales, preferiblemente integrales (trigo, arroz, avena, maíz, cebada y quinoa); lácteos descremados (leche, quesos frescos y yogurt) y reducir o eliminar: sal (menos 5 gr/día o nada), azúcares añadidos (menos de 50 gr al día o nada), grasas, en especial hidrogenadas y saturadas o trans.
Método del plato: para asegurarse de estar consumiendo los alimentos de cada grupo en la proporción indicada, se recomienda llenar la mitad del plato con verduras y hortalizas, un cuarto del plato con proteínas y el otro cuarto con carbohidratos.
Una medida eficiente para eliminar el exceso de azúcares añadidos y de sal es no consumir alimentos procesados y, muy especialmente, ultraprocesados: bebidas envasadas, en especial refrescos y jugos de fruta; postres; golosinas y snacks salados; salsas, en especial de soya, o mermeladas; helados…
También es muy beneficioso sustituir los jugos naturales por fruta entera, en especial las más ricas en potasio, y reemplazar durante la compra todo alimento procesado (ultra o no), como harinas refinadas, carnes preparadas (hamburguesas, nuggets…), vegetales y frutas en conserva, por alimentos enteros y sin procesar, como cereales integrales y carnes, frutas y vegetales frescos.
Leer las etiquetas de todos los alimentos que se vayan a consumir o comprar ayudará a tener más clara la cantidad de sal y azúcares que contiene cada uno, así como su nivel de procesado.
La recomendación de los expertos es de 30 minutos diarios de una actividad física de impacto moderado y acorde con las capacidades y limitaciones específicas de cada paciente. En este artículo hablamos sobre algunos de los ejercicios más recomendados para el adulto mayor. En todo caso, no habría que perder de vista las recomendaciones específicas del especialista y buscar también orientación de un experto.
El tabaco incrementa los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares, uno de los principales rangos de acción de la diabetes. Asimismo, toda sustancia tóxica puede promover diversas complicaciones de la salud en la población promedio y más aún en quienes tienen diabetes. Es conveniente limitar tanto como sea posible el consumo de alcohol (1 trago en un día o nada), pues también promueve afecciones diversas.
Esta podría ser la consecuencia de seguir las recomendaciones anteriores, en especial las relativas a la dieta y la actividad física.
Beber suficiente agua facilita el buen funcionamiento de todos los sistemas del cuerpo, que ya enfrentan un reto debido a la enfermedad. La recomendación de los expertos es de 1 a 3 litros de agua al día, dependiendo del peso y la estatura de cada paciente. A la mayoría de las personas se les recomiendan 2 litros por día (8 vasos) e iniciar apenas despertar con al menos un vaso mientras se reparten los 7 restantes entre las horas activas del día. Para ayudar a garantizar el consumo efectivo de los 2 litros de agua conviene poner alarmas a lo largo del día o usar un envase aforado, que permita verificar cuánta agua ya se ha consumido y cuánta falta por consumir.
Enfrentar una enfermedad tan seria como la diabetes requiere información constante de primera mano. Consulte solo fuentes de alto nivel, como la OMS/OPS o la Federación Internacional de Diabetes y hágalo de manera recurrente, pues la información en materia de salud puede ser dinámica y lo que hoy es recomendado o desaconsejado mañana puede no serlo, o bien podrían aparecer nuevos medicamentos o procedimientos. Recuerde consultar siempre todo con su médico tratante.
Recibir el diagnóstico de diabetes no tiene que implicar necesariamente una tragedia. Hay mucho que se puede hacer para detener o prevenir los efectos de la enfermedad. Con la guía del médico tratante, una dieta saludable y un buen programa de actividad física, es posible mantener buena calidad de vida.
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