Ha llegado el inevitable momento de la despedida. Siempre será difícil, para cualquier persona, en cualquier circunstancia. No hay forma de estar preparados. Para algunos, puede servir de consuelo tener la oportunidad de despedirse. Para otros, no hay consuelo.
Independientemente de la forma en que cada quien afronte la hora de la despedida de un ser querido que ha estado luchando contra una de las 15 principales causas de muerte en el mundo, cuando queda claro que la despedida es inminente, todos querremos ayudar a nuestro ser querido a irse en paz.
Y aunque también el concepto de “paz” podría tener tantos significados, o al menos interpretaciones, como personas hay en el mundo, sí existen una serie de condiciones que pueden garantizarle tanto a quien se despide como a quienes lo acompañan la mayor sensación de tranquilidad posible:
- Resignarse, por muy difícil que resulte. La vida no siempre es como queremos y la muerte forma parte de ella. Agotados todos los recursos disponibles en la ciencia médica y afines, así como la capacidad de respuesta del cuerpo del paciente, es justo y necesario aceptar las limitaciones que tenemos como humanos para controlar este desenlace.
- Aun así, conviene mantener la tolerancia y la comprensión para con los familiares a quienes les cueste resignarse. Entender que cada quien tiene su propio proceso y que ya les llegará el momento de comprender que tenemos limitaciones para controlar la realidad. Ofrecer contención y alivio. Conversar gentilmente con los niños, ancianos y personas más susceptibles. Buscar ayuda profesional si hace falta, orientación sobre cómo abordar el tema en cada caso. El amor y la solidaridad entre los familiares, especialmente los más allegados, es determinante para crear un ambiente de paz y tranquilidad en casa.
- Reorientar todos los esfuerzos y concentrarlos en reducir el sufrimiento tanto del paciente como de los familiares más allegados.
- Controlar el dolor físico y todas las molestias físicas del paciente que sea posible controlar. Tener a mano los medicamentos e implementos para su administración. Preferiblemente, contar con alguien calificado para administrar los medicamentos en casa, de modo que se reduzca la necesidad de esperar por traslados cuando el dolor aparezca.
- Respetar e intentar complacer todos los deseos y necesidades que exprese el familiar que se despide. Permitirle ver y hablar con quienes desee, invitar a familiares y amigos a que lo despidan, repartir los regalos que haya decidido hacer, sin contrariarlo.
- Estar presente físicamente en ese momento. Ofrecerle las caricias que solicite o acepte. Manifestarle amor, calidez e intento de aliviarlo, por ejemplo, con caricias suaves, compresas, aromas, etc.
- Hablarle de lo que sabes que lo tranquilizará. Recordarle sus logros y buenas acciones. Decirle que todos estarán bien, aunque tristes, que puede irse en paz.
- Demostrarle que sus necesidades, gustos y preferencias son importantes para ti y para la familia. Acondicionar la habitación según sus gustos y sus necesidades, controlar ruidos, poner música si lo quiere, controlar la luz o la vista según lo solicite. Preguntarle qué quiere si no manifiesta nada al respecto.
- Dejar los trámites legales y fúnebres para después de la partida. Hasta entonces, el protagonista será quien se despide. Concentrarse en atenderlo y hacerlo sentir acompañado.
- Darle espacio al dolor, al duelo, tanto propio como de los demás familiares. Permitirse vivir y expresar el dolor y permitirles a los demás familiares vivirlo y expresarlo también. A todos les duele.
Resignación, serenidad, humildad. Somos humanos, La vida termina. No lo podemos controlar.