Con los años, el cuerpo va cambiando. Es ley de vida. Así que, a medida que envejecen nuestros afectos cercanos, expresiones como “enfermedades cardiovasculares”, “osteoporosis”, “ansiedad” y “enfermedades respiratorias” se nos hacen cada vez más familiares, en especial cuando hay vida sedentaria o una dieta cargada de carbohidratos (pan, arroz, fideos, azúcar... ya cachas…).
Entre las diversas afecciones de salud que aparecen con el paso de los años, resaltan los problemas de salud cardiovascular, la diabetes de tipo 2 y una posible disminución de la eficiencia pulmonar.
La OMS dice que más de 1.280 millones de adultos en el mundo tienen hipertensión; una enfermedad generalmente silenciosa que, según el Ministerio de Salud (MINSAL), afecta a más o menos uno de cada tres adultos chilenos, y es la principal causante de infartos, derrames cerebrales (ACV) y daño a los riñones.
La diabetes, por su parte, afecta a cerca del 12% de los chilenos mayores de 65 años, según datos del MINSAL, y compromete los ojos, riñones, nervios y el corazón.
Según datos del Instituto de Salud Pública de MINSAL, los virus, que se registran más en adultos mayores de 65 años, representan una de las causas más frecuentes de enfermedad respiratoria. Asimismo, enfermedades como la EPOC, insuficiencia cardíaca o incluso neumonías pueden hacer que la sangre no transporte suficiente oxígeno, lo cual acarrea importantes complicaciones de salud.
A sus 30 años, Camila llegó a sentirse desesperada con su mamá, de 55. La señora se quejaba de mareos, dolor de cabeza, palpitaciones... parecían síntomas claros de presión alta. Pero sin tensiómetro en casa, Camila solo podía angustiarse y correr a la urgencia más cercana cuando los síntomas eran fuertes. Llegaban estresadas, después de un viaje en micro o auto y, claro, la presión siempre salía alta en la urgencia. La medicación indicada terminaba bajándole la tensión. Un círculo vicioso de susto, diagnósticos poco claros en momentos de crisis, y tratamientos que no atacaban el origen. Hasta que el médico les dijo: “Necesitan un tensiómetro en casa. Mídanla todos los días, a la misma hora, y también cuando tenga síntomas”.
Camila fue a buscar uno y pronto comprendió que hay opciones buenas y no tan caras. ¿El resultado? Las mediciones diarias y tranquilas en casa mostraron que la presión de su mamá estaba normal. El problema de su madre no era de hipertensión. Las mediciones regulares y en calma permitieron descartarla y enfocarse en lo real: su mamá estaba desarrollando un cuadro de ansiedad, que causa síntomas muy parecidos a la presión alta.
Gracias al monitoreo diario, Camila pudo buscar ayuda específica (psicológica) para su mamá y dejar de vivir en la incertidumbre y las carreras a urgencia.
Imagínate esto: esperar a que tu viejo o vieja se sienta realmente mal para llevarlo al consultorio o a la urgencia a medirle la presión o el azúcar... ¿No sería como tratar de apagar un incendio cuando ya se quemó media casa? El monitoreo diario en casa es tu detector de humo; te permite:
* Cachar tendencias. ¿La presión de la abuela sube un poquito todos los días después del almuerzo? ¿La glicemia de papá amanece más alta de lo normal? Una sola medición en el consultorio no te muestra esto. El control diario te da un mapa, no una foto suelta.
* Actuar “al tiro”. Si ves que la presión se dispara hoy, o que el oxímetro marca 92%, puedes llamar al médico o ir a urgencia antes de que sea una emergencia mayor. Es la diferencia entre ajustar una pastilla y terminar en la UCI.
* Evaluar si el tratamiento funciona. ¿Las pastillas para la presión están haciendo efecto? ¿La dieta y los remedios para la diabetes están dando resultado? El monitoreo diario te lo dice.
* Evitar angustias y confusión. Bien lo ilustra la historia de Camila: para pasar de “parece presión alta” a “es ansiedad” hace falta descartar la presión alta.
Medir la presión, el oxígeno y el azúcar a diario en casa no es ser alarmista. Es ser preventivo, responsable y empoderado. Es darle a tu familiar mayor la oportunidad de un cuidado más personalizado y seguro. Es evitar sustos innecesarios como el de Camila, y actuar con información certera cuando se necesita.
Es, en el fondo, una forma concreta de demostrar tu cariño: estás invirtiendo tiempo y atención para velar por su bienestar cada día. Con los datos en la mano, tú y el médico pueden tomar las mejores decisiones para que tu viejo o vieja tenga una vejez más saludable y tranquila.